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jueves, 4 de julio de 2013

Pregón de las fiestas de Bogajo Texto completo

Texto completo del pregón de las fiestas de San Juan 2013 de Bogajo por Ángela Román Hernández


Buenas tardes a todos.

Sr. Alcalde y Corporación Municipal, paisanos todos, los que vivís aquí, y los que como yo estamos fuera, nativos y forasteros, niños, jóvenes, adultos y ancianos.

Cuando me propusieron que fuera la pregonera de las fiestas, me pareció demasiado atrevimiento decir que sí, pero reflexionando, creí que debía devolveros la deuda que tenía con todos vosotros.

Decía el gran político del siglo XIX, Antonio Maura, que “La Patria no existe sin el amor de sus hijos”. En la Biblia en el profeta Isaías leemos” Mirad la roca de donde os tallaron, la cantera de donde os extrajeron. José Antonio Marina, filósofo y escritor contemporáneo dice “Al niño lo educa la tribu”, porque aparte de la configuración genética que llevamos cada uno de nosotros, nos moldea el pueblo, sus personas, sus costumbres, sus paisajes… y como también dijo nuestro literato Antonio Machado: “En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da”. En vista de estas afirmaciones decidí aceptar la invitación.

Quisiera ser hoy poetisa y también gentil pintora de nuestra tierra, de este entrañable rincón. Perdonad, si yo no acierto a deciros con palabras, lo que el corazón no acierta a deciros con el amor y el cariño.

Como ya sabéis vuelvo todos los veranos a este querido rincón que me vio nacer.

A la fiesta de nuestro Patrón hace ya varias décadas que no asisto aunque sí he podido ver por videos, fotos, internet, que son distintas a las de mi niñez y juventud; perduran los toros, el cierre de la plaza es distinto, antes era con tableros encima de los carros y, ahora con los remolques de los tractores, también he visto la Procesión de San Juan que la hacéis con gran solemnidad.

En los recuerdos de mi infancia de estas fiestas, se encuentran: las fotografías, en las que siempre aparecía el mismo paisaje de fondo, creo que el fotógrafo se llamaba Luciano; los helados que venían vendiendo eran los únicos que comíamos durante el año; unas pelotas elásticas blancas y poco más. Ya de joven recuerdo los bailes en el salón de Eusebio.

Sería injusto seguir hablando de la fiesta de San Juan, sin presentar antes al protagonista, me refiero a San Juan, que como dijo Jesús de Nazaret fue el mayor de los hombres nacido de mujer. El único Santo que se celebran dos fiestas, su nacimiento el 29 de Agosto y su muerte el 24 de Junio. Fue un hombre austero, enjuto, como lo representa el gran escultor Gargallo, vacío de sí, valiente, que se juega la vida por decir la verdad, humilde, sencillo, él mismo diría que no es digno de desatar la correa de la sandalia de Jesús.

¿Quién de nosotros no tiene en su retina a San Juan presidiendo la pequeña capilla que alberga la magnífica pila bautismal de nuestro pueblo?, y en la que la mayoría de los que estamos aquí recibimos las aguas del Bautismo. Como sabéis estuvo en la exposición de las Edades del Hombre en Ciudad Rodrigo.

Quisiera hacer un homenaje verbal a las mujeres de nuestra tierra, a las madres de nuestra generación y a las anteriores, hoy gracias a Dios ha cambiado la vida. Mujeres con pocos estudios, pero mucha sabiduría y muchas titulaciones que ejercían a diario: lavar la ropa, ir por agua al caño o a la fuente, amasar el pan, ir a regar al frejonal, hacer la comida, remendar la ropa, ayudar en las tareas del campo, criar a los hijos…

Permitidme hacer una mirada contemplativa de una mujer, imaginándome una foto de una mujer madura por los años y los trabajos, bajando desde la Fuenteperenal. Sobre su cabeza un sombrero de paja, regresando de la era en pleno verano. A su espalda, el cielo; en su rostro el suelo y de frente la vida. El azul del cielo está despejado y limpio; es la bóveda que sostiene el horizonte inmenso e intenso que se eleva como una promesa de vida y esperanza. Su semblante es dorado, como la faz de la tierra después de la siega; su rostro está arado como el campo, cruzado por las venas del tiempo y las arrugas de los días.

Entre el cielo y el suelo sólo se encuentra ella, una mujer bella y serena de ojos profundos, acostumbrada a resistir soles y hielos, cargada de años y de austera fortaleza, elocuente en su silencio y activa en su sosiego. Ella depende de la tierra y el cielo, cubre su cabeza para defender su rostro y mira adelante esperando, esperando…

En este homenaje a la mujer de nuestra tierra, no puedo olvidarme leer algunos retazos del poema” El Ama”, de nuestro querido paisano el poeta José Mª Gabriel y Galán, en los que hace una semblanza de la mujer castellana:
          … Una sencilla labradora, humilde,

           hija de oscura castellana aldea;

           una mujer trabajadora, honrada,

           cristiana, amable, cariñosa, y seria,

           trocó mi casa en adorable idilio

           que no pudo soñar ningún poeta.

           …Todo lo pudo la mujer cristiana,

           logró todo la mujer discreta.

           La vida en la alquería

            giraba en torno de ella

            pacífica y amable,

            monótona y serena…

            Cantaba el equilibrio

            de aquel alma serena

            como los anchos cielos,

            como los campos de mi amada tierra;

Al escribir estos recuerdos, han vuelto a mi mente los paisajes que conservaba de mis años de niñez, antes por su puesto de la magnífica trasformación parcelaria. Caminos que ya no existen por los que he caminado, jugado, sufrido, gozado, en los que he pasado calor, frío y penas. Los largos caminos del Baldío, paisajes que han configurado mi manera de ser: tierras planas de mieses balanceadas por el viento, luego rastrojos y de nuevo barbecho.

Cuestas empinadas subidas a pie o en burro, paisajes entrañables como la Risa, disfrutando en el molino de mis antepasados. Esas peñas desafiantes con formas caprichosas a las que he subido tantas veces y he jugado saltando de una a otra, descubrir esas molduras que había producido en ellas el paso del agua de nuestro querido río Yeltes. Saltar y cruzar la pesquera.

Contemplar el río a su paso por la Ceña y los Pontones, con sus aguas tranquilas, rodeado de fresnos y alisos, sus amplias vegas donde pastaba el ganado.

Recuerdo cuando había que bajar a lavar al rio al faltar el agua en la fuente y el caño, para los niños era una fiesta ya que llevábamos merienda y descansábamos del rutinario cocido, para nuestras madres era una buena jupa, pero llegaban a casa satisfechas con su ropa limpia, seca y doblada.

Ver desde los Gejos, el pueblo rodeado de álamos, en el que destaca esbelta, regia y vigilante la torre de la Iglesia, con su magnífico atrio.

Recuerdo el paisaje con la vegetación típica de las encinas, estos árboles centenarios, lozanos, resistentes a la intemperie, que su madera nos daba calor en los fríos inviernos y sus frutos igual que los del roble sirven para cebar nuestros cerdos, imprescindibles en nuestro sustento diario.

No menos emotivo es el entorno de la fuente, presidida por la ermita del Cristo y el magnífico Calvario. ¡Cuántos viajes hacíamos a este paraje a buscar agua a la fuente centenaria, a lavar con todo su ritual de asolear, dar la vuelta a la ropa, aclarar. Esas pozas de granito que entonces me parecían enormes, cruzar por sus típicos puentes, cuando el regato iba crecido.

El antiguo álamo de la plaza, que cobijó y cobija aunque rejuvenecido, tantas conversaciones, tantos ratos perdidos, pero repletos de cercanía de nuestros mayores, que allí acudían y acuden cayada en ristre a pasar el rato. A su vez sus sólidas escaleras nos servían para jugar y trepar en ellas, en los recreos, siendo el límite de nuestro patio de juegos que era nuestra plaza donde jugábamos a las cuatro esquinas, a la comba y los chicos a los toros. Hoy convertida en una señorial plaza. Nuestras queridas escuelas donde aprendimos nuestras primeras letras, el buen hacer y ser que intentaron transmitirnos nuestros maestros. Hoy convertidas en dos magníficos salones para disfrute y enriquecimiento cultural del pueblo.

Recuerdo los paseos de “los Domingos después del Rosario”, por la carretera de la estación; los niños jugando, los adolescentes y jóvenes con sus primeros amores, las parejas más formales paseando ellas solas.

Debo mencionar de mi infancia a las famosas solanas, las mujeres de los distintos barrios o calles se guarecían del aire frio del invierno y aprovechaban los escasos rayos de sol, a veces poniendo una manta, allí a la vez que hacían punto, ganchillo o remendaban la ropa, comentaban las distintas noticias del pueblo, era el mentidero de la villa. En mi mente llevo presente el famoso machón de la cuesta; siempre lleno de mujeres, o el de la puerta del taller del Sr. Segundo, aun cuando el regato no estaba canalizado, con su famosa puente de piedra, que tantas veces crucé camino de casa de mi abuela.

La solana terminaba cuando veníamos los niños de la escuela, nos daban de merendar y colaborábamos con las tareas propias de un labrador, bien yendo a buscar las ovejas, llevar las vacas o lo que hubiera que hacer.

Nuestra alimentación, ¡que distinta de la de hoy día!, no pasábamos hambre, pero era de subsistencia, que poco se compraba aparte de lo que daba de sí el cerdo, las gallinas, los huertos, los árboles frutales, la leche de las cabras o vacas lecheras.

Quiero compartir con vosotros, unos recuerdos entrañables de mi infancia, gracias a la situación de la casa donde nací, crecí y vuelvo siempre que puedo. El primero sería la torre de la Iglesia con sus campanas que tantas veces oí tañer y retumbar en mis oídos a gloria, muerte, fiesta, fuego,…, cualquier acontecimiento era anunciado por ellas, las veía tan altas, solemnes, imponentes.

Asociado a esto, nuestras correrías por el atrio de la Iglesia, subidos en sus poyetes y balaustradas de granito, muchas veces con las rodillas llenas de cochapas y con las manos llenas de sabañones.

Otra imagen entrañable que recuerdo es sentarme en el brocal del pozo, que era y es una piedra de molino, y desde allí observar la llegada de las cigüeñas en febrero, su ir y venir para hacer o reconstruir los nidos, como traían alimento para los cigüeñitos pequeños, éstos al verles llegar abrían el pico, también contemplar los primeros planeos de vuelo de los novatos, bajo la vigilancia de las cigüeñas mayores

Quiero compartir con vosotros a propósito del paisaje, unos versos del literato vasco Miguel de Unamuno, tan familiarizado con nuestra tierra de Salamanca, podemos contemplar su cátedra en la Universidad como si siguiera su espíritu latiendo en ella. Mutuamente hicieron un maridaje. El dejará huella en Salamanca y Salamanca dejará huella en él.

Dice en su poema a Castilla:

Tú me levantas tierra de Castilla,

en la rugosa palma de tu mano,

al cielo que te enciende y te refresca.

al cielo, tu amo…

Tierra nervuda, enjuta, despejada,

madre de corazones y de brazos,

toma el presente en ti viejos colores

del noble antaño…

¡Ara gigante, tierra castellana,

a ese tu aire soltaré mis cantos,

si te son dignos bajarán al mundo

Desde lo alto !..

Mi agradecimiento a mi familia, a todos vosotros, a nuestros paisajes, como os comentaba al principio al niño lo educa la tribu.

La vida me ha ido enseñando que hay que hacerla día a día. Como diría nuestro poeta Antonio Machado” Caminante no hay camino se hace camino al andar…”

En ningún orden de la vida, debemos vivir volcados hacia el pasado, porque impedimos el progreso, pero nunca podremos construir el futuro destruyendo nuestro pasado. El árbol no crece si se le cortan las raíces. Lo nuevo, si no integra y perfecciona, lo antiguo nunca será auténtico.

Siente mi corazón ahora cuando leo estas líneas que a pesar de tantas cosas vividas, en mi camino el tiempo trascurrido no pesa en absoluto dentro de mí, aunque mi piel sea el espejo donde inevitablemente éste se mira. El ayer me parece con la perspectiva del hoy, haber sido muy breve, tanto que con la voz temblando hago míos estos versos de Calderón de la Barca:

“Al florecer las rosas madrugarán

Y para envejecer florecieron...”

Me uno a Violeta Parra para decir:

“Le doy gracias a la vida que me ha dado tanto…”

He leído, estudiado y aprendido mucho, pero lo fundamental sobre lo que se ha cimentado mi vida, todo lo recibí aquí: la fe, la responsabilidad, la sencillez, la austeridad y un largo etcétera

Quiero parafrasear un poema de Gabriel Celaya dedicado al educador, en este caso seríamos los bogajenses;

…es consolador soñar

mientras uno trabaja,

que ese barco, ese niño,

irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío

llevará nuestra carga de palabras

hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca,

en barcos nuevos seguirá nuestra bandera.

enarbolada.

O estos otros versos de un poeta alemán de comienzos del siglo XX:

“Apaga mis ojos y podré verte,

Cierra mis oídos y podré oírte,

Y sin pies podré llegar hasta ti,

Y aun sin boca podré conjurarte”

Pido a Dios que nos ayude a todos y nuestro patrón San Juan que interceda por nosotros. Estamos viviendo momentos de inquietud y zozobra, a causa del paro, la crisis económica y crisis de valores. Vivamos con esperanza, ayudándonos unos a otros creando paz y concordia entre todos.

Muchas gracias por escucharme. Me siento orgullosa de ser de Bogajo. Disfrutar sanamente de las fiestas, que haya salud y bienestar para todos.

Felices fiestas.

Viva San Juan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias Manolo por "colgar" el pregón. Gracias!.Una vez más la sencillez se muestra como el lujo de los fuerte!.Todas las palabras del pregón tienen la sabiduría y fortaleza de ser la vida ,sencilla y asumida como pasado,presente y futuro! Ojala nunca se sequen nuestras raices para que siga vivo el corazón!
Un abrazo y ,de nuevo,gracias!