los siglos resbalaron con sosiego
lejos de las tormentas de la historia,
lejos del sueño
que a otras tierras la vida sacudiera;
sobre este mar de encinas tiende el cielo
su paz engendradora de reposo,
su paz sin tedio.
Es, todo corazón, la noble encina
floración secular del noble suelo
que, todo corazón de firme roca,
brotó del fuego
de las entrañas de la madre tierra.
He empezado con 2 estrofas de una poesía de Miguel de Unamuno titulada "Mar de encinas". Aunque, como es normal en Unamuno, es una poesía un poco complicada de entender por su intelectualidad, quiero añadir: como resbala suavemente el tiempo en Bogajo insuflando paz en el espíritu y sosiego sin aburrimiento. Para mí la segunda estrofa es una descripción perfecta de nuestras encinas y por lo tanto, de nuestra tierra.
Tenemos la suerte en Bogajo de disfrutar de ese mar de encinas y de encinas centenarias, si no, milenarias.
Encinas que han superado los hielos, las grandes sequías, las fuertes lluvias, los fuertes vientos.
Encinas agarradas a la tierra, a las peñas, a la arena...
Encinas solitarias, encinas rodeadas de encinas, rodeadas de escobas...
Encinas de tronco recto, de tronco retorcido, de tronco abierto por antiguas heridas.
Encinas de copa redondeada, de copa con escasas hojas por su vejez.
Encinas que 2 personas no bastan para abarcar su tronco.
Encinas que han perdido a su compañera después de estar cientos de años peleando contra ella por extender sus ramas.
Son alguna de las encinas centenarias de Bogajo...
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