Muchos los hemos conocido y trabajado con ellos: esos carros de burros, de mulos y de vacas. Tan lejanos y tan cercanos. Utilizados como medio de carga; para acarrear el bálago, qué sudores hasta echar las sogas; transportar la paja trillada, más de una hora encalcando y tragando muña; transportar el estiércol, cuántas tornaderás hasta que se cargaba y luego se arramaba; errén, piedras, arena...; cargarlos y descargarlos de leña. Changarreando por aquellos caminos de Dios, mal subiendo y mal bajando cuestas, saltando piedras, envueltos en polvo o hundiéndose en el barro...
Hoy, los que no se han podrido se los han llevado, ironías del destino, como adornos o descansan en cabañales o al aire libre.
Han formado parte de la historia de Bogajo y de nuestra historia; parece tan lejano...pero los recuerdos siguen ahí y los carros que perviven son testigos mudos de esos años de trabajo; aunque todavía hasta hace muy poco había algún carro que como un fantasma de antaño resonaba en las calles asfaltadas del pueblo.
(Algunas de estas fotos ya las he puesto en este blog, pero me valen para traer a la memoria esos tiempos pasados de Bogajo)
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