La abubilla y el triguero, recién llegados a Bogajo, marcan su territorio con su canto machacón.
Los tordos y pardales, que no nos han abandonado durante el invierno, andan atareados con la confección de su nido.
El agatachín, feliz por la abundancia de insectos, se afana escalando y descendiendo árboles.
El cuco vigila desde lo alto de las ramas de los robles en busca del mejor nido donde poner su huevo.
La tarabilla macho viste sus mejores galas primaverales para complacer a la hembra.
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