BOGAJO, MI PUEBLO, DONDE SIEMPRE SOY
FELIZ.
Buenas noches amigos y vecinos de BOGAJO.
En primer lugar, mi más sincero y
profundo agradecimiento a todos los miembros del Ayuntamiento, por el
gran honor que supone para mí y para toda mi familia, haber sido elegido pregonero de los Fiestas de nuestro pueblo, las FIESTAS de SAN JUAN.
En segundo lugar, como no podía ser
de otra manera, quiero dedicar este pregón y recordar con amor y agradecimiento
a mis padres Antonio (El Montaraz) y
Rufina, por que sin ellos hoy no estaría aquí; a mis hermanos mayores: Teresa,
Luis, Paula, Ángel, Filo, Rufi y Alejandro, que me han ayudado a llegar hasta
aquí; a mis cuñados y cuñadas, sobrinos
y sobrinas, y todos los que conforman la gran y numerosa familia Román.
Dedicación especial para mi querida
mujer Mercedes (Merche) y nuestros tres
hijos Mercedes, Daniel y
Joan, que son mi pasión, mi vida, y la fuerza que me mueve cada día. Para sus compañeros
y amigos que hoy nos acompañan, para mis amigos y para todos vosotros.
Quiero felicitar a los nuevos miembros del Ayuntamiento (Sr. Alcalde y Concejales) por
su reciente reelección, por que es muy
importante para nuestro Pueblo, que el
destino del mismo lo dirijan personas residentes, jóvenes con proyectos, con
energía, y al mismo tiempo con responsabilidad y criterio conciliador, sensato
y pausado en la toma de las decisiones.
A nosotros nos corresponde animarles a
continuar con su labor, a reconocer su dedicación y buen hacer, a analizar las
actuaciones desde el punto de vista general o común, y no así desde la
individualidad. Tenemos que tener en consideración, que nuestro derecho termina
en el momento que empieza el de los demás. Seamos individuos con personalidad,
pero colectivos, asociativos, que este mundo de globalización nos obliga a
ello.
Seremos para los demás lo que permitamos que
los demás sean para nosotros. Como hijo de este pueblo, se que siempre ponemos en duda el resultado
de las cosas nuevas, nos cuesta abrirnos a lo desconocido, siempre dudamos de
cómo resultará lo iniciado, la aventura. Pues yo os digo, que debemos creer en
el futuro, por que nuestro pueblo tardó en evolucionar, pero lo ha hecho y de
que manera, hasta el punto que como dijo en su día de España Alfonso Guerra, y no sin razón, a “BOGAJO, NO LO RECONOCERÁ NI LA MADRE QUE LO PARIO”.
Aunque lo parezca, nunca he sido
político aunque me hubiera gustado, y por ello creo que ya está bien el sermón
y debemos pasar a la acción, aunque no se si os gustará, si os canso protestáis
pero os aguantáis, pues para una vez que tengo ocasión de teneros presentes a
casi todos, me tenéis que permitir que recuerde mi infancia, adolescencia y
juventud con vosotros.
En las pasadas Navidades, cuando
JAVI, Sr. Alcalde, me llamó al Ayuntamiento y me hizo saber que los
miembros de la Corporación habían pensado en mi como pregonero de las fiestas
de San Juan, me inundó una gran alegría y acepté sin más, pero cuando después
de un buen rato de parloteo me dirigía a mi casa en la calle del Beneficio,
exultante de alegría, para contárselo a mi
mujer Merche, me sobrevino un gran y profundo sentimiento de responsabilidad,
no tanto por hacerlo mejor o peor, sino por saber si cumpliría con las
expectativas de mis paisanos interlocutores, si lo que iba a relatar les
interesaría. Hoy ya no tiene remedio,
aquí estoy delante vuestro, en la puerta gayola que dirían los más taurinos, y
con la misión encargada de teneros entretenidos mientras se encienden bien las
brasas de allí abajo.
En mi trabajo como abogado, lo difícil de las vistas de juicio, no es en
sí el desarrollo del mismo, sino la parte final que llamamos de resumen de las
pruebas o conclusiones; diríamos que es la suerte del entrar a matar. Y ello, por que en
un reducido periodo de tiempo debes resumir el
pleito desde la demanda o la
contestación, todo el desarrollo del juicio y lo que pides o niegas, pero sobre
todo, que para que sea entendido por los que escuchan y después juzgarán.
Bueno, pues eso es lo que me ocurre hoy, ¿como puedo resumir de forma breve
todas mis vivencias en mi pueblo con cada uno de vosotros y de los que ya no
están?
Pues mirad, tengo un buen amigo
soriano, de Covaleda (Pueblo bonito de la comarca de Pinares, cercano a la Sierra
de Urbión, allá por la Laguna Negra, donde nos enseñaron que nacía el Duero), que
en el 2012, escribió y publicó una
novela ambientada en un pueblo de la España rural, como el nuestro, y en su
segundo capítulo, titulado MI PUEBLO, dice textualmente:
“En mi pueblo se sabe cuando
alguien se ha levantado y está en casa;
solo tienes que mirar los tejados y observar las chimeneas”.
Pues en el mío, que es el vuestro, en
BOGAJO, donde fui y sigo siendo feliz, también ocurre lo mismo,
aunque cada vez menos, pues ya existen otros medios de calentar la casa y el
desayuno.
Una de las mañanas heladas del final del año
pasado, pude observar desde el alto del Cementerio, el contraste hermoso que se producía entre el débil sol saliente y
las chimeneas humeantes que anunciaban que los moradores se habían levantado
y que estaban en casa. Instantánea que
tiene subida en facebook Manuel Agudo (Manolo de Arturo), como CHIMENEAS
HUMEANTES en Bogajo.
Cuando en familia venimos a Bogajo en
Navidades, y salgo de casa, me viene siempre el recuerdo, y seguro que a
vosotros también, aquellas calles embarradas y surcadas, y aquellas mañanas
frías y heladas, en que salir de la cama era toda una odisea, te tenían que
llamar varias veces para salir del sobre.
Hacía tanto frío, que a veces, como
diría Merche, mi mujer, sentías que se te helaba y rompía el pelo. El resto del
cuerpo, muchas veces vestido, ya se había calentado durante la noche, eso sí,
no podías moverte mucho en la cama, pues los lados estaban con el mismo helor
que defuera. Hoy es muy diferente, las
condiciones de las viviendas y las ropas nada tienen que ver con aquellas.
Una vez levantado, te hacías el “lavado
del gato”: la mano un poquito mojada
pasada por el hocico y un poco
por los ojos, y ya estaba el tío en marcha.
En nuestra casa, quien primero se
levantaba era mi padre; yo nunca supe a
que hora, solo cuando siendo un poco más grande volvía de fiesta y nos
cruzábamos en el camino. Después mi madre, quien ponía en marcha a todo el
mundo.
La primera tarea de mi madre (y creo que las de todos vosotros),
era retirar la ceniza de la chimenea al
caldero roto de zinc (LA HERRADA), donde
se almacenaba para echarla luego a los ajos. La nuestra salir al corral,
intentar despegar del suelo helado la DESTRALA,
(el hacha que decimos ahora),
coger las heladas ramas de la leñera, partirla y entrarla en casa junto con un
ramo de escoba para encender la chimenea,
que humeara y anunciara la estancia en casa y que el personal estaba
levantado. Poco después empezaba a oler a tocino frito, manto, morcilla y
farinato, escasas veces a chorizo, por
que éste tenía el don de no estar mucho por casa.
Recuerdo, que antes de ir a la
escuela, tenía que coger el caldero con la harina de hieros (yeros), trigo y algarrobas, bajar al
corral de mi abuela a echar las posturas
(la ración) a las vacas, antes de que estas salieran hacia el caño como
cada mañana, para ser arreadas en boyada por el vaquero de turno. Ahí, yo
recuerdo a Julián, al Sr. Abdón, por sus hijos, y después a Leandro.
Eso, en aquellas mañanas duras de
otoño e invierno, era rutinario y muy duro para un niño de siete u ocho años,
pero hoy lo recuerdo con nostalgia y lo evoco allí donde puedo. Mi pueblo,
Bogajo, siempre figura en un lugar preferente en mis conversaciones y las de
toda mi familia. No hay reunión familiar o conversación telefónica entre
nosotros que no termine en Bogajo. Hoy
en Barcelona, Bogajo es un término acuñado entre amigos y compañeros, y un
destino previsto.
En el trayecto de ida hacia el
corral de mi abuela, siempre tenía que pasar por delante del perro de Higinio,
que te buscaba la espalda y si podía te mordía. Era un momento duro, la mayoría
de veces esperaba que subiera Cleto, que aunque me hacía muchas perrerías,
siempre me defendía, el perro le tenía miedo y se metía para el corral
ladrando. Como para no tenerle miedo con
lo grande que era y las manos que tenía.
Recuerdo pasar mucho, mucho frío en
el invierno, con aquellos botos de goma que ahora están de moda en las ciudades
y se pagan cantidades importantes por ellos. Nuestras ropas eran las que eran,
de lana natural como los productos que
hoy tanto se aprecian, pero no eran lo suficientemente calidas para protegerte
del frío. Hoy cualquiera de nosotros disfruta de ropas ligeras pero cálidas e
impermeables.
Si había parido la vaca, tomábamos
por la mañana toda la leche que queríamos, pero había dos meses que no había y
el desayuno era como la cena, patatas meneas. Después el cabás y a la escuela (decirle a los más jóvenes, que el cabás era la cartera Adidas o Nike de
aquella época, una caja de madera con un asa y que hoy lo usan como complemento
o bolso, las mujeres “TOP”, esas de Tele 5.
Mi primera escuela, fue la GUARDERIA de la Srta. MERCEDES. Si, Bogajo fue pionero, pues
tenía en aquellos años 60 guardería infantil o de preescolar. Estaba situada
donde tienen la Merce e Isidro su
casa, y la casa de la Sra. Mercedes, era el Bar.
Era
una escuela abierta, tan abierta, que estaba situada en un portalón muy grande que cogía casi toda la
casa de la Merce. A la llegada, cada uno
cogía del montón la taja o el tajo,
(que lo eran, dependiendo si tenía dos
patas laterales o tres en forma de triángulo), nos sentábamos haciendo corro alrededor de la Srta.
Mercedes (hoy haciendo un círculo), y con una vara larga que tenía, te tocaba y
empezábamos a cantar las letras vocales y a decir la cartilla. En mi casa, en
las reuniones familiares, siempre nos hemos reído de mi hermano Alejandro
cuando la Mercedes le recriminaba: “Alejandro que no dices”.
De la histórica guardería, a las
escuelas nuevas de la cuesta, donde Dª
Luisa (que era de Yecla y que tuvo un
Seat 600 que a veces se empeñaba en
subirse a las peñas), empezaba la enseñanza en serio. Luego a las escuelas
de los mayores en esta PLAZA,
(que por cierto, a ésta la debemos bautizar algún día con nombre propio, se aceptarán sugerencias en ese sentido). El maestro era D. Francisco, (El Gordo) al que le recuerdo una moto-Vespa aparcada
a la entrada y que alguno de los que estáis por ahí sabe como funcionaba, y
dentro un travesaño del cuartón de una ventana con el que a veces daba algún
que otro coscorrón. Yo estuve poco en las escuelas de la plaza, enseguida pasamos a las
nuevas del caño, donde tuvimos varios maestros y donde yo solamente
estuve hasta los doce años.
De esa etapa, tengo muchos y muy
buenos recuerdos, pero entre ellos destacaría tres:
1º.-) Las batallas de los vaqueros contra los indios en los álamos y matorrales del
cortino de mi tío Eustaquio, donde nunca ganaban los indios, aunque algunos no
morían. Algunas veces nos escondíamos tanto, que ni nosotros nos encontrábamos.
Hoy me causa una enorme pena no poder divisar cada vez que vengo a Bogajo, los
chopos del Salegar, y sobre todo las
alamedas que contemplaban y envolvían el
pueblo por cada una de sus entradas o salidas.
2º.-) Los partidos de futbol en
el campo ladero de por encima de las escuelas, entre la carretera y la
futura residencia. Jugábamos con los botos de goma, pero teníamos técnica, unos
chutábamos más fuerte, pero había otros que tenían un regate extraordinario, ahí
Eduardo era el rey, un poco chupón, pero no se la quitabas. Los que eran menos
dotados casi siempre se ponían de portero.
Mi ídolo en aquellos tiempos era AMANCIO, al que Matías Prats ensalzaba
y de que manera por la radio y después por la TV. Mi pasión por el futbol, que hoy todavía perdura y lo sabe y padece mi
mujer, era tal, que como no teníamos camisetas, con la pluma o plumín nos pintamos los números en la espalda sobre el *BABI*, yo por supuesto me pinté el siete de Amancio, aunque debería
haber sido el de Ufarte por que el *BABI*
era casi colchonero. Creo recordar como quitaron mi madre y mi hermana
Paula el
número pintado en la espalda.
3º.-) La
preparación y la toma de la leche en polvo, aquella del plan Marshall que nos
suministraban los americanos. Yo tengo amigos que dicen que estaba muy
buena, a mí nunca me gustó, aún tengo el sabor en mi memoria. Claro que los de
pueblo éramos privilegiados, teníamos leche de vaca, cabra, oveja y hasta de
burra si queríamos.
Finalizada la escuela, la merienda,
una buena rebanada de pan, untado unas veces con la grasa de la sartén como si
fuera la actual NOCILLA, o con la
nata de la leche extendida y con azúcar. Recuerdo que estaba muy bueno.
En los meses de invierno, como se
hacía muy pronto de noche y antes de que bajara la boyada (boyá decíamos), a
picar los nabos, por que resulta que las vacas se ahogan con ellos; debían ser unas vacas muy especiales, por que
hoy veo que se los echáis enteros y no les pasa nada. Creo que lo hacían para
tenernos entretenidos.
Cuando llegaba la primavera, con los
días largos, jugábamos al futbol sin parar delante de casa de la Candelas del
Sr. Vitorino, hoy de Augusto, Milagros e
Isidro. Candelas tenía mucha paciencia
con los niños, como casi todo el mundo, pues no parábamos de dar pelotazos sobre las alambreras de las
ventanas. Tres corners un penalti.
El otro campo de futbol preferido
era el atrio de la Iglesia. Ahora lo veo y no me explico como podíamos
desenvolvernos tantos niños en tan poco espacio y a veces con un charco enorme en medio.
Bueno éramos bastante más delgados que ahora.
Todo
era hermoso en primavera:
días muy largos, menos frío, mucho agua en las charcas, en los regatos y en el
río, campos frondosos y floridos, empezaban los pájaros con los nidos y
nosotros a localizarlos. La gente estaba más alegre, salía de las casas, las vecinas
salían al solano a hilar la lana con la rueca, o hacer calcetines de lana
con cuatro agujas. Uno de las tareas que de pequeño te
encomendaban era devanear la madeja para hacer un ovillo; era un
trabajo monótono, aburrido, y donde recibías algún pescozón cuando se
enredaba la madeja por falta de ritmo.
Recuerdo de esta estación, en el mes
de abril, las mañanas herrenando las
vacas en la cortina del Prado Redondo (Praoredondo) y El Carril de Domingo
Negro, hoy lo comen solas también y no les hace daño.
También me vienen a la memoria, las
tardes en los diferentes valles cogiendo la manzanilla de cabeza en cabeza
hasta llenar el fardel, una tarde mas o menos un kilo. Al final del mes
habíamos ganado poco más de 100 pesetas, con el paso de los años ganábamos más
pues la cogíamos con una máquina que fabricaba mi primo Colas. La que hoy es
nuestra casa, era el secadero de la manzanilla que utilizaba Venancio.
Recuerdo también el olor de las
ovejas en el aprisco donde las ordeñábamos todos los días por las mañanas y por las tardes, con reparto
de la leche por días entre los dueños de éstas, para fabricar el rico queso,
producto natural y con todo tipo de sustancias. (Registro de sanidad a ojo
cubero)
Un recuerdo especial para aquellos pastores comunitarios que
cuidaban las ovejas de varios dueños durante todo el año, y que solo hacían fiesta el día 29 de junio,
día de San Pedro. Aún recuerdo la
expresión de alguno de ellos “A ESTOS
LE HAGO YO SAN PEDRO ESTE AÑO”, que solían decir cuando estaban algo
enfadados. Los recuerdo sobre todo en
el Bar de Venancio, hablando en diferentes corros con los propietarios de las
ovejas. Ese día formalizaban el contrato anual, que a pesar de ser verbal,
tenía total validez y legalidad, y era rubricado o firmado con un expresivo
apretón de manos. Aquí recuerdo y les brindo un homenaje y un saludo, a los señores: TASIO, SIMON, ANTONIO y JOSE LUIS PORTU, TOMAS, BARRERAS, FRANCISCO
SALES, AMABLE, y a mi CUÑADO EZEQUIEL.
También para las fraguas y los herreros, (Mi tío
Martín, Sr. Pepe) quienes por las mañanas, junto a los labradores,
llevaban el ritmo del repique de los martillos en el yunque aguzando las rejas
y los rejones, y que sonaba en las calles.
Para las panaderías y los panaderos, Honorato y Román, que las hacían humear tanto al calentar el horno, que amasaban y cocían aquel rico pan, y desprendían diferentes olores en función de lo que se cocía.
Para los tejares y sus tejeros, por
que Bogajo, tenía fabricación propia de tejas y ladrillos macizos. Varias
familias vivían de ello. Trabajo muy duro.
El recuerdo por excelencia de la
primavera, es el Corpus Christi, la recogida cada tarde y durante muchos
días de la flor del tomillo para tirarlo
en la calle el jueves. Las paredes tapizadas de las mejores sábanas y colchas,
el perfume de las flores al ser pisadas al paso de la procesión.
La deseada llegada de SAN JUAN, mínima parada en la recogida
del heno y las algarrobas. Recuerdo la Santa Misa y la procesión, amenizada con
las marchas y pasodobles de la trompeta
de El Chupaligas y el redoblante de
su mujer. La llegada de mi Padre y los vaqueros al galope delante y detrás de
los toros, hasta meterlos en la plaza. La calle de la pizarra y el toral de Eusebio, llenos de paradas de caramelos, turroneros,
y escopetas de feria. El salón de
Eusebio, donde se hacía el baile, engalanado con aquellas cortinas de color
marrón. Recuerdo que había baile de mañana, tarde y noche, y que se paraba
cuando se abría la nevera subterránea.
A las fiestas de San Juan, venían
los familiares y parientes que vivían en otros pueblos, se comía la machorra, y
quizás por eso después nos HA gustado poco el cordero a la cazuela. El segundo
día de San Juan, el veinticinco, nos mandaban a cavar las sandías, por que así
salían más gordas; siempre fueron pequeñas.
Finalizado San Juan, comenzaba la
siega, las tareas de recolección, donde estábamos exentos de ir a Misa, salvo
el día de Santiago y la Ascensión. Empezábamos por la siega, con aquellos días
tan largos y calurosos; los interminables días en el baldío, tirando del perol,
el pan de varios días, y bebiendo agua
de aquel higiénico pozo. Hoy no seríamos capaces de hacerlo y aguantar varios días; entonces lo hacíamos
hasta Santiago que empezábamos la acarrea del bálago a las eras, por los
caminos polvorientos y con el barril y el perro debajo del carro, buscando siempre la sombra de éste.
Unos trillábamos en las eras
comunitarias y abiertas de la Fuente Perenal. Otros en las cerradas y
particulares del Campo de la Huerta. Recuerdo las canciones que cantaban
nuestros padres y hermanos mayores a la caída del sol cuando subía el Coche de
Línea hacia Fuenteliante. Entonces no existían los golpes de calor como ahora,
el calor era continuo todo el día, y la hidratación era mínima, pues si se
terminaba el agua del barril había que ir a buscarlo acuestas.
Recuerdo muchas cosas de las eras,
pero sobre todo, las buenas noches pasadas en ellas, su aprendizaje
generacional, las bromas con la borra, la recogida de peras, manzanas, melocotones,
melones, y sandías ajenas, la rotura de los “pelles” bien trazados y elaborados.
A mitad de Agosto, la Ascensión,
fiesta de guardar, no se permitían las faenas de la recolección, la Feria de
Vitigudino, a la que íbamos andando a
vender la vaca y con la ilusión de poder pasar de la plaza de toros. Al final
la Feria de Villavieja; había que darse prisa para tener barridas las eras
antes de que llegara, pero pocas veces ocurría.
Una vez finalizado el verano,
recogidos los garbanzos, las patatas y las calabazas, comenzaba de nuevo el
proceso agricultor de preparado de la tierra para la siembra, y de las casas
para el invierno.
Los jóvenes a la escuela y los
estudiantes a Salamanca. Yo, como bien sabéis, cuando tenía
trece años me concedieron una beca que había solicitado mi hermana Paula
y me llevaron a estudiar interno al
Seminario Menor San Cayetano de Ciudad Rodrigo. Aquella fue la gran oportunidad
de mi vida para poder estudiar Bachillerato. Fue una etapa muy dura, pues
estaba interno cada uno de los trimestres
del curso, y desprenderte de tus padres
y hermanos, y no verlos ni escucharlos más que en Navidad, Semana Santa y verano,
se hacía insoportable.
Una mención especial y póstuma, para
el cura párroco D. SEBASTIAN,
persona importante en mi vida, al que le tengo que agradecer su ayuda y
colaboración para que pudiera estudiar, y del que tuve la gran suerte de ser
discípulo y amigo. Merche y yo, nunca olvidaremos el día de nuestra boda en
Barcelona, que fue oficiada por él. Como
tampoco el paseo por la Rambla de Barcelona, donde se fijaba en los artistas,
actuantes y figurantes que allí se ganaban la vida de las más variopintas
formas.
De esa época recuerdo mis primeras
vacaciones de Navidad, con la maleta, en el
coche del Pilar hasta el cruce de la Fuente de San Esteban, y en uno
destartalado de Bautista desde el cruce hasta Vitigudino, y de éste a Bogajo.
Unas tres o cuatro horas de camino.
La llegada al pueblo era muy
emocionante, como ahora cada vez que vengo;
mi madre y mi hermana Paula a recibirme al coche de línea, las vecinas (Sra.
Ramona, Candelas, Trini, Inés, Josefa etc) preguntándome como estaba y lo
bien que me había sentado el colegio.
El final del bachillerato en el
1976, la mayoría de edad, y la
incertidumbre de por donde enfocar el futuro.
La nostalgia al dejar el pueblo y partir hacía Barcelona, y la llegada con todos mis hermanos y cuñados esperándome
en la Estación del Norte. La inmensidad de aquella Ciudad y la llegada al
puesto de trabajo. Me quise morir y volverme a mi querido pueblo, pero mi amor
propio no me lo permitió. Todos mis hermanos se desvivieron por hacerme la vida
más fácil, pero tengo que agradecer en especial a mis padres adoptivos Filo y
Antonio, que me acogieron en su casa, y
Ángel y Montse, que me prestaron su apoyo en el horario laboral.
El estudio nocturno del COU y la
carrera de Derecho. Sus fiestas y guateques. La llegada a Bogajo en las
primeras vacaciones, y las lágrimas al volver a marchar, que se han repetido
durante muchos años.
Conocer a Merche, mi mujer, y la llegada al pueblo con ella por
primera vez. El impacto para ella fue brutal, pero creo que la marcó para
siempre, por que de otra manera no se entiende el apego y cariño que le tiene a
este pueblo y a sus gentes.
El nacimiento de mis hijos,
Mercedes, Daniel y Joan, sus
primeros pasos en Bogajo, las rodillas rajadas por las piedras de las calles,
su amor y devoción por el pueblo y sus amigos, que hoy perdura.
Estas vivencias bucólicas, mías y de
mi familia, y que todos conocéis, se han desarrollado en el tiempo, y nos han
permitido observar la transformación y desarrollo de nuestro país, pero sobre
todo de nuestro pueblo, considerando como hechos relevantes o determinantes
para el desarrollo social, económico y de servicios del mismo, los siguientes:
1º.-) La captación del agua potable. La realización del
sondeo o perforación subterránea en el Campo la Huerta, que termino de una vez
por todas con la escasez y falta de agua potable en los tórridos veranos de los
años setenta y ochenta, donde teníamos incluso que salir fuera del pueblo a
buscar agua potable. Ni que decir con el ganado, las idas y venidas al río
Yeltes, no al Huebra como ahora se empeñan.
2º.-) La acometida
y llegada del agua potable y corriente a las casas y corrales, la red de alcantarillado y el saneamiento y asfaltado de todas sus
calles. Aún recuerdo la cara de mi Madre cuando el 28 de agosto, creo que
del 1986, escuchaba el ruido del aire en las vacías tuberías creyendo que
llegaba el agua, y las lágrimas que le cayeron cuando por primera vez la vio
brotar de la goma.
3º.-) La
entrada de España en el Mercado Común Europeo que hizo que las zonas
rurales tuvieran el apoyo necesario para subsistir y poder progresar hacia el
futuro.
Hoy, Bogajo, nuestro pueblo, es uno
de los que más ha progresado en la
comarca, tiene todas sus calles asfaltadas e iluminadas, realizando un gran
esfuerzo económico para modificar el alumbrado público existente por nuevos y mejores
sistemas. Disfrutamos de unas fiestas patronales de San Juan, que dentro de
nuestras posibilidades somos la envidia del entorno, y para ello solo tenemos
que fijarnos en la plaza taurina que todos habéis ayudado a construir.
Es por ello, que debemos seguir
creyendo y colaborando con los que nos gobiernan y mandan, con críticas
constructivas, aportando sin complejos iniciativas a desarrollar, para que el
pueblo continúe con su desarrollo. Luchar por mantener la escuela de primaria
abierta, que sigan corriendo y gritando los niños por nuestras calles a la
entrada y salida del colegio.
Hoy retomamos las fiestas de San
Juan, y por ello quiero que nos acordemos y
brindemos un homenaje sentido a nuestros padres y familiares que ya no
están con nosotros, pero que un día vivieron con entusiasmo las fiestas de San
Juan, y en especial por POLDO, que nos
ha dejado recientemente, y que a pesar de no ser de Bogajo, lo sentía y
disfrutaba como el que más, que descanse en paz.
Acordarnos de todos aquellos
paisanos y amigos, que por unas razones u otras no pueden disfrutar in situ de
estas fiestas, pero que estarán con la cabeza y el corazón en ellas; en especial para aquellos que están sufriendo
y luchando contra enfermedades graves, y a sus familiares que los cuidan a
diario, que sepan que estamos con ellos y que para ellos también es San Juan. Mención especial para Manolo Ventura y Trini,
que este año no han podido asistir por
los mismos motivos, para todos ellos un fuerte aplauso.
Ahora ya termino mi monólogo, espero
que no haya sido muy pesado, y con ello
retomamos las fiestas de San Juan.
Viva Bogajo. Vivan sus gentes. Viva San Juan.
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