Dos días laboriosos que comienzan con la muerte del cerdo, a continuación se chamusca y se lava, se pone en una mesa apropiada y se deshace y se van colgando las diferentes piezas de carne en los varales: fin de la primera parte. Un alto para comer bien, una comida suave: alubias y gallo de corral acompañados de ensalada de maruja y aceitunas caseras, por supuesto que regado con abundante vino; se termina con unas copas de aguardiente.
Por la tarde se escarna, al oscurecer se pica la carne y por la noche se adoba la carne picada y se deja en reposo toda la noche para que se tome.
Al día siguiente hay que coger fuerzas con unas ricas chichas de chorizo y de salchichón, la probadura. Después se enfusa primero el salchichón, luego el chorizo, seguido del chorizo del cocido, de los farinatos y de la morcilla. Se cuelgan todos los embutidos y termina la matanza. Aunque no todo el proceso, porque los días posteriores hay que salar el tocino, los jamones, la barbá, los huesos; hay que derretir las mantecas; adobar el lomo, el manto, las costillas y la panceta; envolver los lomos y los mantos. Y ya sólo queda esperar que el tiempo cure el embutido, los lomos...Y disfrutarlo comiéndolo. Eso sí, se necesitan manos diestras y acostumbradas a hacer todo el proceso, con una sabiduría que se ha transmitido de generación en generación y que ha variado muy poco. El resultado son unos riquísimos embutidos caseros.
Es mucha faena pero se disfruta todo el año.
2 comentarios:
cuantos recuerdos, vienen ami memoria y que rico estaba, todo recuerdos de resti y paquita......
Gracias
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