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miércoles, 1 de julio de 2015

Texto completo del pregón de las fiestas de Bogajo Salamanca 2015 y fotos

Gracias al señor pregonero de las fiestas de Bogajo de este año 2015, Juan Antonio Román Herrero, que me ha enviado el texto del pregón.




BOGAJO, MI PUEBLO, DONDE SIEMPRE SOY FELIZ.


Buenas noches amigos y vecinos de  BOGAJO.

En primer lugar, mi más sincero y profundo  agradecimiento  a todos los miembros del Ayuntamiento, por el gran honor que supone para mí y para toda mi familia, haber sido  elegido  pregonero de los Fiestas de  nuestro pueblo,  las FIESTAS de SAN JUAN.

En segundo lugar, como no podía ser de otra manera, quiero dedicar este pregón y recordar con amor y agradecimiento a mis padres Antonio (El Montaraz)  y Rufina, por que sin ellos hoy no estaría aquí; a mis hermanos mayores: Teresa, Luis, Paula, Ángel, Filo, Rufi y Alejandro, que me han ayudado a llegar hasta aquí; a mis cuñados y  cuñadas, sobrinos y sobrinas, y todos los que conforman la gran y numerosa familia Román.

Dedicación especial para mi querida mujer Mercedes (Merche) y nuestros tres  hijos Mercedes, Daniel y Joan, que son mi pasión, mi vida, y la fuerza que me mueve cada día. Para sus compañeros y amigos que hoy nos acompañan, para mis amigos y para todos vosotros.

 Quiero felicitar a los nuevos miembros  del Ayuntamiento (Sr. Alcalde y Concejales) por su reciente reelección,  por que es muy importante para  nuestro Pueblo, que el destino del mismo lo dirijan personas residentes, jóvenes con proyectos, con energía, y al mismo tiempo con responsabilidad y criterio conciliador, sensato y pausado en la toma de las decisiones.

 A nosotros nos corresponde animarles a continuar con su labor, a reconocer su dedicación y buen hacer, a analizar las actuaciones desde el punto de vista general o común, y no así desde la individualidad. Tenemos que tener en consideración, que nuestro derecho termina en el momento que empieza el de los demás. Seamos individuos con personalidad, pero colectivos, asociativos, que este mundo de globalización nos obliga a ello.

 Seremos para los demás lo que permitamos que los demás sean para nosotros. Como hijo de este pueblo,  se que siempre ponemos en duda el resultado de las cosas nuevas, nos cuesta abrirnos a lo desconocido, siempre dudamos de cómo resultará lo iniciado, la aventura. Pues yo os digo, que debemos creer en el futuro, por que nuestro pueblo tardó en evolucionar, pero lo ha hecho y de que manera, hasta el punto que como dijo en su día  de España Alfonso Guerra, y no sin razón, a “BOGAJO, NO LO RECONOCERÁ NI  LA MADRE QUE LO PARIO”.      

Aunque lo parezca, nunca he sido político aunque me hubiera gustado, y por ello creo que ya está bien el sermón y debemos pasar a la acción, aunque no se si os gustará, si os canso protestáis pero os aguantáis, pues para una vez que tengo ocasión de teneros presentes a casi todos, me tenéis que permitir que recuerde mi infancia, adolescencia y juventud con vosotros.

            En las pasadas Navidades, cuando JAVI, Sr. Alcalde,  me  llamó al Ayuntamiento y me hizo saber que los miembros de la Corporación habían pensado en mi como pregonero de las fiestas de San Juan, me inundó una gran alegría y acepté sin más, pero cuando después de un buen rato de parloteo me dirigía a mi casa en la calle del Beneficio, exultante de alegría,  para contárselo a mi mujer Merche, me sobrevino un gran y profundo sentimiento de responsabilidad, no tanto por hacerlo mejor o peor, sino por saber si cumpliría con las expectativas de mis paisanos interlocutores, si lo que iba a relatar les interesaría.  Hoy ya no tiene remedio, aquí estoy delante vuestro, en la puerta gayola que dirían los más taurinos, y con la misión encargada de teneros entretenidos mientras se encienden bien las brasas de allí abajo.

En mi trabajo como abogado,  lo difícil de las vistas de juicio, no es en sí el desarrollo del mismo, sino la parte final que llamamos de resumen de las pruebas o conclusiones; diríamos que es la  suerte del entrar a matar. Y ello, por que en un reducido periodo de tiempo debes resumir  el  pleito desde  la demanda o la contestación, todo el desarrollo del juicio y lo que pides o niegas, pero sobre todo, que para que sea entendido por los que escuchan y después juzgarán. Bueno, pues eso es lo que me ocurre hoy, ¿como puedo resumir de forma breve todas mis vivencias en mi pueblo con cada uno de vosotros y de los que ya no están?    

Pues mirad, tengo un buen amigo soriano, de Covaleda (Pueblo bonito de la comarca de Pinares, cercano a la Sierra de Urbión, allá por la Laguna Negra,  donde nos enseñaron que nacía el Duero), que en el 2012, escribió y publicó  una novela ambientada en un pueblo de la España rural, como el nuestro, y en su segundo capítulo, titulado MI PUEBLO,  dice textualmente:  

En mi pueblo se sabe cuando alguien se ha levantado  y está en casa; solo tienes que mirar los tejados y observar las chimeneas”.

Pues en el mío, que es el vuestro, en BOGAJO, donde fui y sigo siendo feliz, también ocurre lo mismo, aunque cada vez menos, pues ya existen otros medios de calentar la casa y el desayuno.

 Una de las mañanas heladas del final del año pasado, pude observar desde el alto del Cementerio, el contraste hermoso  que se producía entre el débil sol saliente y las chimeneas humeantes que anunciaban que los moradores se habían levantado y  que estaban en casa. Instantánea que tiene subida en facebook Manuel Agudo (Manolo de Arturo), como CHIMENEAS HUMEANTES  en Bogajo.

Cuando en familia venimos a Bogajo en  Navidades, y salgo de casa,  me viene siempre el recuerdo, y seguro que a vosotros también, aquellas calles embarradas y surcadas, y aquellas mañanas frías y heladas, en que salir de la cama era toda una odisea, te tenían que llamar varias veces para salir del sobre.

Hacía tanto frío, que a veces, como diría Merche, mi mujer, sentías que se te helaba y rompía el pelo. El resto del cuerpo, muchas veces vestido, ya se había calentado durante la noche, eso sí, no podías moverte mucho en la cama, pues los lados estaban con el mismo helor que defuera. Hoy  es muy diferente, las condiciones de las viviendas y las ropas nada tienen que ver con aquellas.

Una vez levantado, te hacías el “lavado del gato”: la mano un poquito mojada  pasada por el  hocico y un poco por los ojos, y ya estaba el tío en marcha.

En nuestra casa, quien primero se levantaba era mi padre;  yo nunca supe a que hora, solo cuando siendo un poco más grande volvía de fiesta y nos cruzábamos en el camino. Después mi madre, quien ponía en marcha a todo el mundo.

La primera tarea de mi madre (y creo que las de todos vosotros),  era retirar la ceniza de la chimenea al caldero roto de zinc (LA HERRADA), donde se almacenaba para echarla luego a los ajos. La nuestra salir al corral, intentar despegar del suelo helado la DESTRALA, (el hacha que decimos ahora), coger las heladas ramas de la leñera, partirla y entrarla en casa junto con un ramo de escoba para encender la chimenea,  que humeara y anunciara la estancia en casa y que el personal estaba levantado. Poco después empezaba a oler a tocino frito, manto, morcilla y farinato, escasas veces a chorizo, por que éste tenía el don de no estar mucho por casa.

Recuerdo, que antes de ir a la escuela, tenía que coger el caldero con la harina de hieros (yeros), trigo y algarrobas, bajar al corral de mi abuela a echar las posturas (la ración) a las vacas, antes de que estas salieran hacia el caño como cada mañana, para ser arreadas en boyada por el vaquero de turno. Ahí, yo recuerdo a Julián, al Sr. Abdón, por sus hijos, y después a Leandro. 

Eso, en aquellas mañanas duras de otoño e invierno, era rutinario y muy duro para un niño de siete u ocho años, pero hoy lo recuerdo con nostalgia y lo evoco allí donde puedo. Mi pueblo, Bogajo, siempre figura en un lugar preferente en mis conversaciones y las de toda mi familia. No hay reunión familiar o conversación telefónica entre nosotros que no termine en Bogajo.   Hoy en Barcelona, Bogajo es un término acuñado entre amigos y compañeros, y un destino previsto.

En el trayecto de ida hacia el corral de mi abuela, siempre tenía que pasar por delante del perro de Higinio, que te buscaba la espalda y si podía te mordía. Era un momento duro, la mayoría de veces esperaba que subiera Cleto, que aunque me hacía muchas perrerías, siempre me defendía, el perro le tenía miedo y se metía para el corral ladrando. Como para no tenerle miedo  con lo grande que era y las manos que tenía.
  
Recuerdo pasar mucho, mucho frío en el invierno, con aquellos botos de goma que ahora están de moda en las ciudades y se pagan cantidades importantes por ellos. Nuestras ropas eran las que eran, de lana natural  como los productos que hoy tanto se aprecian, pero no eran lo suficientemente calidas para protegerte del frío. Hoy cualquiera de nosotros disfruta de ropas ligeras pero cálidas e impermeables.

Si había parido la vaca, tomábamos por la mañana toda la leche que queríamos, pero había dos meses que no había y el desayuno era como la cena, patatas meneas. Después el cabás  y a la escuela (decirle a los más jóvenes, que el cabás era la cartera Adidas o Nike de aquella época, una caja de madera con un asa y que hoy lo usan como complemento o bolso, las mujeres “TOP”, esas de Tele 5.

Mi primera escuela, fue la GUARDERIA de la Srta.  MERCEDES. Si, Bogajo fue pionero, pues tenía en aquellos años 60 guardería infantil o de preescolar. Estaba situada donde tienen la Merce e Isidro su casa, y la casa de la Sra. Mercedes, era  el Bar.

            Era una escuela abierta, tan abierta, que estaba situada en  un  portalón muy grande que cogía casi toda la casa de la Merce.  A la llegada, cada uno cogía del montón la taja o el tajo, (que lo eran, dependiendo si tenía dos patas laterales o tres en forma de triángulo), nos sentábamos haciendo corro alrededor de la Srta. Mercedes (hoy haciendo un círculo), y con una vara larga que tenía, te tocaba y empezábamos a cantar las letras vocales y a decir la cartilla. En mi casa, en las reuniones familiares, siempre nos hemos reído de mi hermano Alejandro cuando la Mercedes le  recriminaba: “Alejandro que no dices”.

De la histórica guardería, a las escuelas nuevas de la cuesta, donde Dª Luisa (que  era de Yecla y que tuvo un Seat 600  que a veces se empeñaba en subirse a las peñas), empezaba la enseñanza en serio. Luego a las escuelas de los mayores en  esta  PLAZA, (que por cierto, a ésta  la  debemos bautizar  algún día con  nombre propio, se aceptarán  sugerencias en ese sentido).  El maestro era D. Francisco, (El Gordo) al que le recuerdo una moto-Vespa aparcada a la entrada y que alguno de los que estáis por ahí sabe como funcionaba, y dentro un travesaño del cuartón de una ventana con el que a veces daba algún que otro coscorrón. Yo estuve poco en las escuelas de la  plaza, enseguida pasamos a  las  nuevas del caño, donde tuvimos varios maestros y donde yo solamente estuve hasta los doce años.

De esa etapa, tengo muchos y muy buenos recuerdos, pero entre ellos destacaría tres:

1º.-)    Las batallas de los vaqueros contra los indios en los álamos y matorrales del cortino de mi tío Eustaquio, donde nunca ganaban los indios, aunque algunos no morían. Algunas veces nos escondíamos tanto, que ni nosotros nos encontrábamos. Hoy me causa una enorme pena no poder divisar cada vez que vengo a Bogajo, los chopos del Salegar,  y sobre todo las alamedas que contemplaban y envolvían  el pueblo por cada una de sus entradas o salidas.

2º.-)     Los partidos de futbol en el campo ladero de por encima de las escuelas, entre la carretera y la futura residencia. Jugábamos con los botos de goma, pero teníamos técnica, unos chutábamos más fuerte, pero había otros que tenían un regate extraordinario, ahí Eduardo era el rey, un poco chupón, pero no se la quitabas. Los que eran menos dotados casi siempre  se ponían de portero.
                 
Mi ídolo en aquellos tiempos era AMANCIO, al que Matías Prats ensalzaba y de que manera por la radio y después por la TV.  Mi pasión por el futbol,  que hoy todavía perdura y lo sabe y padece mi mujer, era tal, que como no teníamos camisetas, con la  pluma o plumín  nos pintamos los números en la espalda  sobre el *BABI*, yo por supuesto me pinté el siete de Amancio, aunque debería haber sido el de Ufarte por que el *BABI* era casi colchonero. Creo recordar como quitaron mi madre y mi hermana Paula  el  número pintado en la espalda.

            3º.-)    La preparación y la toma de la leche en polvo, aquella del plan Marshall que nos suministraban los americanos. Yo tengo amigos que dicen que estaba muy buena, a mí nunca me gustó, aún tengo el sabor en mi memoria. Claro que los de pueblo éramos privilegiados, teníamos leche de vaca, cabra, oveja y hasta de burra si queríamos.
Finalizada la escuela, la merienda, una buena rebanada de pan, untado unas veces con la grasa de la sartén como si fuera la actual NOCILLA, o con la nata de la leche extendida y con azúcar. Recuerdo que estaba muy bueno.

En los meses de invierno, como se hacía muy pronto de noche y antes de que bajara la boyada (boyá decíamos), a picar los nabos, por que resulta que las vacas se ahogan con ellos;  debían ser unas vacas muy especiales, por que hoy veo que se los echáis enteros y no les pasa nada. Creo que lo hacían   para tenernos entretenidos.

Cuando llegaba la primavera, con los días largos, jugábamos al futbol sin parar delante de casa de la Candelas del Sr. Vitorino, hoy de  Augusto, Milagros e Isidro. Candelas tenía mucha  paciencia con los niños, como casi todo el mundo, pues no parábamos de dar  pelotazos sobre las alambreras de las ventanas. Tres corners  un penalti.

El otro campo de futbol preferido era el atrio de la Iglesia. Ahora lo veo y no me explico como podíamos desenvolvernos tantos niños en tan poco espacio y a veces con un charco enorme  en medio.  Bueno éramos bastante más delgados que ahora.  
 
Todo era hermoso en primavera: días muy largos, menos frío, mucho agua en las charcas, en los regatos y en el río, campos frondosos y floridos, empezaban los pájaros con los nidos y nosotros a localizarlos. La gente estaba más alegre, salía de las casas, las vecinas salían al solano a hilar la lana con la rueca, o hacer calcetines de lana con  cuatro agujas.  Uno de las tareas que de pequeño te encomendaban era devanear  la madeja para hacer un ovillo;  era un trabajo monótono, aburrido, y donde recibías algún pescozón cuando se enredaba la madeja por falta de ritmo.

Recuerdo de esta estación, en el mes de abril, las mañanas  herrenando las vacas en la cortina del Prado Redondo (Praoredondo) y El Carril de Domingo Negro, hoy lo comen solas también y no les hace daño.

También me vienen a la memoria, las tardes en los diferentes valles cogiendo la manzanilla de cabeza en cabeza hasta llenar el fardel, una tarde mas o menos un kilo. Al final del mes habíamos ganado poco más de 100 pesetas, con el paso de los años ganábamos más pues la cogíamos con una máquina que fabricaba mi primo Colas. La que hoy es nuestra casa, era el secadero de la manzanilla que utilizaba Venancio.

Recuerdo también el olor de las ovejas en el aprisco donde las ordeñábamos todos los días  por las mañanas y por las tardes, con reparto de la leche por días entre los dueños de éstas, para fabricar el rico queso, producto natural y con todo tipo de sustancias. (Registro de sanidad a ojo cubero)

Un recuerdo especial para aquellos pastores comunitarios que cuidaban las ovejas de varios dueños durante todo el año,  y que solo hacían fiesta el día 29 de junio, día de  San Pedro. Aún recuerdo la expresión de alguno de ellos “A ESTOS LE HAGO YO SAN PEDRO ESTE AÑO, que solían decir cuando estaban algo enfadados.    Los recuerdo sobre todo en el Bar de Venancio, hablando en diferentes corros con los propietarios de las ovejas. Ese día formalizaban el contrato anual, que a pesar de ser verbal, tenía total validez y legalidad, y era rubricado o firmado con un expresivo apretón de manos. Aquí recuerdo y les brindo un homenaje y un saludo, a  los señores: TASIO, SIMON, ANTONIO y JOSE LUIS PORTU, TOMAS, BARRERAS, FRANCISCO SALES, AMABLE, y a mi CUÑADO EZEQUIEL.

También  para las fraguas y los herreros, (Mi tío Martín, Sr. Pepe)  quienes  por las mañanas, junto a los labradores, llevaban el ritmo del repique de los martillos en el yunque aguzando las rejas y los rejones, y que sonaba en las calles.

Para las panaderías y  los panaderos, Honorato y Román,  que las hacían  humear  tanto al calentar el horno, que amasaban  y cocían aquel rico pan, y desprendían   diferentes olores en función de lo que  se cocía.

Para los tejares y sus tejeros, por que Bogajo, tenía fabricación propia de tejas y ladrillos macizos. Varias familias vivían de ello. Trabajo muy duro.

El recuerdo por excelencia de la primavera, es el Corpus Christi, la recogida cada tarde y durante muchos días  de la flor del tomillo para tirarlo en la calle el jueves. Las paredes tapizadas de las mejores sábanas y colchas, el perfume de las flores al ser pisadas al paso de la procesión.

La deseada llegada de SAN JUAN, mínima parada en la recogida del heno y las algarrobas. Recuerdo la Santa Misa y la procesión, amenizada con las marchas y pasodobles de la  trompeta de El Chupaligas y el redoblante de su mujer. La llegada de mi Padre y los vaqueros al galope delante y detrás de los toros, hasta meterlos en la plaza.    La calle de la pizarra y el toral de  Eusebio, llenos de paradas de caramelos, turroneros, y escopetas de feria.  El salón de Eusebio, donde se hacía el baile, engalanado con aquellas cortinas de color marrón. Recuerdo que había baile de mañana, tarde y noche, y que se paraba cuando se abría la nevera subterránea.

A las fiestas de San Juan, venían los familiares y parientes que vivían en otros pueblos, se comía la machorra, y quizás por eso después nos HA gustado poco el cordero a la cazuela. El segundo día de San Juan, el veinticinco, nos mandaban a cavar las sandías, por que así salían más gordas; siempre fueron pequeñas.

Finalizado San Juan, comenzaba la siega, las tareas de recolección, donde estábamos exentos de ir a Misa, salvo el día de Santiago y la Ascensión. Empezábamos por la siega, con aquellos días tan largos y calurosos; los interminables días en el baldío, tirando del perol, el pan de varios días, y  bebiendo agua de aquel higiénico pozo. Hoy no seríamos capaces de hacerlo  y aguantar varios días; entonces lo hacíamos hasta Santiago que empezábamos la acarrea del bálago a las eras, por los caminos polvorientos y con el barril y el perro debajo del  carro, buscando siempre la sombra de éste.

Unos trillábamos en las eras comunitarias y abiertas de la Fuente Perenal. Otros en las cerradas y particulares del Campo de la Huerta. Recuerdo las canciones que cantaban nuestros padres y hermanos mayores a la caída del sol cuando subía el Coche de Línea hacia Fuenteliante. Entonces no existían los golpes de calor como ahora, el calor era continuo todo el día, y la hidratación era mínima, pues si se terminaba el agua del barril había que ir a buscarlo acuestas.

Recuerdo muchas cosas de las eras, pero sobre todo, las buenas noches pasadas en ellas, su aprendizaje generacional, las bromas con la borra, la recogida de peras, manzanas, melocotones, melones, y sandías ajenas, la rotura de los “pelles” bien trazados y elaborados.

A mitad de Agosto, la Ascensión, fiesta de guardar, no se permitían las faenas de la recolección, la Feria de Vitigudino, a  la que íbamos andando a vender la vaca y con la ilusión de poder pasar de la plaza de toros. Al final la Feria de Villavieja; había que darse prisa para tener barridas las eras antes de que llegara, pero pocas veces ocurría.   
    
            Una vez finalizado el verano, recogidos los garbanzos, las patatas y las calabazas, comenzaba de nuevo el proceso agricultor de preparado de la tierra para la siembra, y de las casas para el invierno.

Los jóvenes a la escuela y los estudiantes a Salamanca. Yo, como bien sabéis, cuando  tenía  trece años me concedieron una beca que había solicitado mi hermana Paula  y me llevaron a estudiar interno al Seminario Menor San Cayetano de Ciudad Rodrigo. Aquella fue la gran oportunidad de mi vida para poder estudiar Bachillerato. Fue una etapa muy dura, pues estaba interno cada uno de los  trimestres del curso, y  desprenderte de tus padres y hermanos, y no verlos ni escucharlos más que en Navidad, Semana Santa y verano, se hacía insoportable.

Una mención especial y póstuma, para el cura párroco D. SEBASTIAN, persona importante en mi vida, al que le tengo que agradecer su ayuda y colaboración para que pudiera estudiar, y del que tuve la gran suerte de ser discípulo y amigo. Merche y yo, nunca olvidaremos el día de nuestra boda en Barcelona,  que fue oficiada por él. Como tampoco el paseo por la Rambla de Barcelona, donde se fijaba en los artistas, actuantes y figurantes que allí se ganaban la vida de las más variopintas formas.

De esa época recuerdo mis primeras vacaciones de Navidad, con la maleta, en el  coche del Pilar hasta el cruce de la Fuente de San Esteban, y en uno destartalado de Bautista desde el cruce hasta Vitigudino, y de éste a Bogajo. Unas tres o cuatro horas de camino.

La llegada al pueblo era muy emocionante, como ahora cada vez que vengo;   mi madre y mi hermana Paula a recibirme al coche de línea, las vecinas (Sra. Ramona, Candelas,  Trini, Inés,  Josefa etc) preguntándome como estaba y lo bien que me había sentado el colegio.
El final del bachillerato en el 1976, la mayoría de edad,  y la incertidumbre de por donde enfocar el futuro.  La nostalgia al dejar el pueblo y partir hacía  Barcelona, y la llegada  con todos mis hermanos y cuñados esperándome en la Estación del Norte. La inmensidad de aquella Ciudad y la llegada al puesto de trabajo. Me quise morir y volverme a mi querido pueblo, pero mi amor propio no me lo permitió. Todos mis hermanos se desvivieron por hacerme la vida más fácil, pero tengo que agradecer en especial a mis padres adoptivos Filo y Antonio, que me acogieron en su casa, y  Ángel y Montse, que me prestaron su apoyo en el horario laboral.

El estudio nocturno del COU y la carrera de Derecho. Sus fiestas y guateques. La llegada a Bogajo en las primeras vacaciones, y las lágrimas al volver a marchar, que se han repetido durante muchos años.

Conocer a Merche,  mi mujer, y la llegada al pueblo con ella por primera vez. El impacto para ella fue brutal, pero creo que la marcó para siempre, por que de otra manera no se entiende el apego y cariño que le tiene a este pueblo y a sus gentes. 

El nacimiento de mis hijos, Mercedes, Daniel y Joan, sus primeros pasos en Bogajo, las rodillas rajadas por las piedras de las calles, su amor y devoción por el pueblo y sus amigos, que hoy perdura. 

Estas vivencias bucólicas, mías y de mi familia, y que todos conocéis, se han desarrollado en el tiempo, y nos han permitido observar la transformación y desarrollo de nuestro país, pero sobre todo de nuestro pueblo, considerando como hechos relevantes o determinantes para el desarrollo social, económico y de servicios del mismo, los siguientes:

1º.-)     La captación  del agua potable. La realización del sondeo o perforación subterránea en el Campo la Huerta, que termino de una vez por todas con la escasez y falta de agua potable en los tórridos veranos de los años setenta y ochenta, donde teníamos incluso que salir fuera del pueblo a buscar agua potable. Ni que decir con el ganado, las idas y venidas al río Yeltes, no al Huebra como ahora se empeñan.

2º.-)    La acometida  y llegada del agua potable y corriente a las casas y corrales, la red de alcantarillado y el saneamiento y asfaltado de todas sus calles. Aún recuerdo la cara de mi Madre cuando el 28 de agosto, creo que del 1986, escuchaba el ruido del aire en las vacías tuberías creyendo que llegaba el agua, y las lágrimas que le cayeron cuando por primera vez la vio brotar de la goma.
  3º.-)  La entrada de España en el Mercado Común Europeo que hizo que las zonas rurales tuvieran el apoyo necesario para subsistir y poder progresar hacia el futuro.

Hoy, Bogajo, nuestro pueblo, es uno de los  que más ha progresado en la comarca, tiene todas sus calles asfaltadas e iluminadas, realizando un gran esfuerzo económico para modificar el alumbrado público existente por nuevos y mejores sistemas. Disfrutamos de unas fiestas patronales de San Juan, que dentro de nuestras posibilidades somos la envidia del entorno, y para ello solo tenemos que fijarnos en la plaza taurina que todos habéis ayudado a construir.

Es por ello, que debemos seguir creyendo y colaborando con los que nos gobiernan y mandan, con críticas constructivas, aportando sin complejos iniciativas a desarrollar, para que el pueblo continúe con su desarrollo. Luchar por mantener la escuela de primaria abierta, que sigan corriendo y gritando los niños por nuestras calles a la entrada y salida del colegio.

Hoy retomamos las fiestas de San Juan, y por ello quiero que nos acordemos y  brindemos un homenaje sentido a nuestros padres y familiares que ya no están con nosotros, pero que un día vivieron con entusiasmo las fiestas de San Juan,  y en especial por POLDO, que nos ha dejado recientemente, y que a pesar de no ser de Bogajo, lo sentía y disfrutaba como el que más, que descanse en paz.

Acordarnos de todos aquellos paisanos y amigos, que por unas razones u otras no pueden disfrutar in situ de estas fiestas, pero que estarán con la cabeza y el corazón en ellas;  en especial para aquellos que están sufriendo y luchando contra enfermedades graves, y a sus familiares que los cuidan a diario, que sepan que estamos con ellos y que para ellos también es San Juan.  Mención especial para Manolo Ventura y Trini, que este año no han podido asistir  por los mismos motivos, para todos ellos un fuerte aplauso.

Ahora ya termino mi monólogo, espero que no haya sido muy pesado, y con ello  retomamos las fiestas de San Juan.

Viva Bogajo.  Vivan sus gentes. Viva San Juan. 






           




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